Reflexiones sobre el Silencio desde el silencio

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 SilencioEn el mundo en que nos movemos, el  grado cero del sonido no existe. Todo deja un rastro audible, hasta el acto más cotidiano está preñado de pequeños ruidos. Aquí mismo, en la tranquilidad de la mañana, resuenan las teclas de mi ordenador, mi respiración mientras escribo, el bombeo de mi corazón mientras vivo. Como la estela de un cometa, toda existencia va dejando tras sí un murmullo, una resonancia, un pequeño bullicio. Y sin embargo, la sensación de silencio existe y se produce de manera más profunda cuando de pronto algo se calla. Se detiene la máquina de cortar el césped, se apaga la televisión o la radio, la calle se queda vacía y un delicado velo de calma envuelve el momento.  Es el Silencio con mayúsculas, aquel que está al otro lado de la noche, de la música, debajo de la tierra, detrás de las palabras como una vasija infinita que pone en relación las resonancias de los seres y del mundo.

Frente a la naturaleza abstracta del Silencio, estarían los silencios. Estos se caracterizarían por ser del todo concretos. De hecho, se denomina “silencios” a las pausas que tienen lugar dentro de la cadena hablada. Su función es múltiple, desde permitir al emisor respirar y reorganizar su discurso hasta ayudar a amplificar el mensaje introduciendo elementos procedentes del lenguaje corporal: gestos y miradas.

Del mismo modo que en la vida, tanto el Silencio con mayúscula como los silencios están presentes en una sesión de coaching. Es más, el manejo del silencio en todas sus posibilidades es una de las herramientas más poderosas que existen dentro de esta disciplina.

Primero está el silencio

En el momento en que comienza una sesión de coaching se produce una especie de burbuja que de una manera  apenas perceptible rodea al coach y a su cliente, estén donde estén, en una tranquila habitación, en medio de un concurrido café o delante de un auditorio. Se trata de una oquedad que nutre el ambiente y que permite poner en contacto a los dos actantes de una manera más profunda. Es el mismo Silencio que acoge y hace fluir todo acto creativo, sea éste de índole científico, artístico o vital. Muchas veces, la calidad del Silencio determina el desarrollo posterior de una sesión. Un coach puede de algún modo cuidarlo creando un ambiente propicio, acogedor, cómodo, siempre atento a las necesidades del cliente.

Después están los silencios

Existen al mismo tiempo una serie de cualidades inherentes a todo coach y sutilmente relacionadas con el tema que estamos tratando:

1.- La habilidad de formular preguntas con concisión y precisión para luego dejar que éstas busquen eco en el cliente.

2.-  La capacidad de callar suscitando un silencio activo.

3.- La valentía para afrontar esos momentos en apariencia mudos sin sentir la necesidad de intervenir.

De hecho, podemos medir el impacto de una pregunta por el silencio que se genera tras haberla formulado. Si ha dejado huella, la pausa que normalmente se produce tras un interrogante, se vuelva más larga, se conecta de algún modo con el Silencio, cobra una densidad nueva permitiendo al cliente penetrar de manera más profunda en su conciencia.

Sin embargo, el uso de esta herramienta en una sesión puede colocar al coach en una situación difícil. En nuestra sociedad los silencios en compañía no son bien entendidos y  tienden a crear tensiones más que a suscitar reflexión. Por eso es importante estar atento a las señales que emite el cliente a través del lenguaje corporal y la mirada para saber si está o no conectado con el momento, si se ahoga en el silencio y necesita ayuda o si, por el contrario, le sirve de trampolín para mirar más lejos.

Al final, también silencio

Lo queramos o no, tras una sesión de coaching nos sumergimos de nuevo en el Silencio. Gracias a él, el coach encuentra espacio para valorar lo ocurrido y el cliente sopesa las emociones  que han aflorado, los descubrimientos que ha hecho y encuentra el impulso para llevar a la práctica sus tareas con el fin de propiciar el cambio.

A fin de cuentas, el Silencio no tiene límites. Y es  precisamente aquello que carece de límites lo que nos brinda la oportunidad de hacer posible lo que creíamos imposible, es decir, nos permite abordar cualquier cambio desde la certeza de que podremos lograrlo.

Conclusión

Tras una sesión de coaching, pregúntate cuánto tiempo has callado, qué reacciones has observado en ti mismo, en el otro y qué han supuesto los momentos de silencio para el desarrollo del proceso.

Sugerimos leer:  El entrenamiento de los sentidos.  

 

 

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