Escapando de las creencias limitantes: «El reto del jeque»
A menudo, en seminarios y charlas que imparto, hago referencia a un chiste, a un pequeño chascarrillo que me contó un día un amigo mío: Un jeque árabe propone en una fiesta recompensar con un millón de dólares a quien cruce una piscina repleta de cocodrilos. Durante un tiempo nadie se atreve hasta que alguien se lanza al agua y a velocidad de vértigo cruza la piscina. Cuando los integrantes de la fiesta se reúnen con él al otro lado para felicitarle, el jeque, antes de hacerle entrega del millón le pregunta: «¿Cómo has hecho para cruzar sin que te pase nada?«, a lo que el individuo contesta: «Primero dime quien ha sido el hijo de puta que me ha empujado«.
Moraleja: A veces necesitamos un hijo de puta que nos empuje para superar nuestros propios miedos y lanzarnos a un reto que nos apasiona por su recompensa final, pero que descartamos de antemano por no creer que seamos capaces. Es por ello que ese despido, esa ruptura sentimental, ese problema (o quiebre, como a veces se denomina en la jerga del Coaching), generador de dolor en apariencia, puede ser el detonante de una vida con muchísimas más recompensas que la que llevamos hasta ahora.
Cambiemos ahora la piscina llena de cocodrilos por ese objetivo en el que el peligro que puede evitar alcanzarlo proviene de nosotros mismos. Principalmente de nuestros miedos y falta de autoconfianza, que hacen que el destino final, aún siendo perfectamente alcanzable y ofreciendo recompensas evidentes, se aleje cada vez más que lo pensamos, debido a que vamos creando y alimentando a nuestro propios cocodrilos, que se van además multiplicando conforme pensamos mas y mas en el mismo. En ese momento, la revisión de tus creencias limitadoras acerca de ti mismo y de las circunstancias que te rodean, se hacen básicas para alcanzar tus deseos.
¿Y cómo evitar las fauces de nuestra propia autolimitación? Digamos que hay un pequeño truco consistente en enfrentar la situación desde una mejor posición. Es decir, colocarnos fuera de nuestro entorno, observarnos a nosotros mismos y encontrar eso que no podemos ver habitualmente y que nos indica que nuestro mapa de la realidad no es el único. Que hay caminos alternativos donde elegir y que probablemente estemos situando árboles imaginarios (y cocodrilos hambrientos) frente al bosque que tenemos a unos pasos. Situarnos, en suma, en un escenario diferente para cambiar nuestra posición en el mismo, identificar y desterrar la creencia limitativa y ponernos en acción.
Así realiza el coach su papel de facilitador: trabajando con el interesado en dos fases, primero para ayudarle a situarse en esa posición de observación, de forma que este identifique y revise su sistema de creencias y segundo para ayudarle a que encuentre los caminos adecuados (propios e intransferibles) que le permitan descubra soluciones desde una perspectiva diferente. Después, con un nuevo mapa donde se hayan identificado incluso los posibles obstáculos y los caminos alternativos, sólo queda ponerse en marcha con confianza, sin empujones, hacia el tesoro, hacia el objetivo.
Mira hacia el otro lado de la piscina y descubre cuanto merece la pena la recompensa. Es tuya si tú quieres que lo sea. Ahora ya sabes que puede superarse el reto del jeque. Incluso sin que haya ningún hijo de puta para empujarte.
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