Storytelling aplicado al Mentoring: Origen de la palabra Mentor
Puede parecer que las ciencias que estudian el lenguaje son disciplinas alejadas del coaching o del mentoring. Nada más falso. La comunicación es la base que sustenta ambos procesos y para que un emisor y un receptor mantengan un intercambio fluido y eficaz hace falta que compartan no sólo un mismo código, sino hasta los más mínimos elementos y matices significativos. Por eso, en una fase preparatoria puede resultar de gran utilidad para clarificar funciones preguntarnos por los orígenes de los diferentes vocablos utilizados, por ejemplo, de dónde proviene la palabra “mentor”.
Curiosamente, en su origen, la palabra “mentor” era el nombre propio de un personaje de la Odisea. Cuando Ulises marchó a la guerra de Troya encomendó a Mentor el cuidado de su hogar y la educación de su hijo Telémaco. Sin embargo, ese encargo se convirtió en algo más que un simple y rutinario vínculo de tutelaje. Una vez terminada la guerra y no teniendo noticias de su padre, Telémaco, acompañado por Mentor, inicia un viaje por toda Grecia con el fin de conseguir alguna pista que pueda revelar su paradero. De este modo, siempre bajo el auspicio de Mentor, Telémaco deberá aprender a valerse por sí mismo para llevar a buen término su tarea.
Como se infiere del párrafo anterior, con el transcurrir del tiempo, el vocablo “mentor” sufrió un deslizamiento semántico y pasó de nombre propio a nombre común, es decir, de hacer referencia a un individuo determinado a denominar a toda aquella persona que realice una función de consejero, guía o tutor.
Resulta importante señalar que en algunas ocasiones la relación entre relato y reflexión se invierte. Como veíamos en el artículo anterior, algunas veces la reflexión ayuda al individuo a encontrar esas historias personales e intransferibles, esas experiencias de aprendizaje que de alguna forma marcaron su vida; sin embargo, otras veces sucede al contrario y es un cuento o mito ajeno por completo al ámbito del individuo, el que incita a la reflexión. Eso es precisamente lo que sucede en este caso. De hecho, analizando el vínculo establecido entre Mentor y Telémaco en la Odisea podemos extrapolar tres puntos básicos inherentes a cualquier proceso de mentoring:
1.- Mentor podía haber limitado sus atribuciones declinando toda responsabilidad sobre la educación de Telémaco, una vez éste hubiera abandonado Ítaca. Pero como haría cualquier tutor, Mentor, el mentor por excelencia, se adapta a las necesidades de su aprendiz.
2-. En todo momento, Telémaco, en su afán de superación y en su deseo de alcanzar su objetivo, se muestra como aprendiz comprometido y asume las responsabilidades que el proceso conlleva.
3.- Para conseguir su objetivo Mentor y Telémaco deben emprender un viaje. Y eso es exactamente lo que se inicia con cada relación de mentoring: un periplo, una odisea interior en el que están implicados dos actantes, el aprendiz y el guía, con conciencia de su necesidad mutua focalizada en la consecución de un objetivo. Esta metáfora ilustra a la perfección el movimiento sinuoso e irregular que va conformando todo proceso de aprendizaje. Cada problema, cada idea, cada oportunidad surgidos a lo largo del trayecto suponen un nuevo reto, una nueva etapa dentro del devenir del vaje.
Como se ha podido comprobar a lo largo de este artículo, no hay nada nuevo sobre la faz de la tierra. El término mentor se acuñó hace siglos, su figura se atestigua a lo largo de la historia aunque no empezará a aparecer en los diccionarios ingleses y franceses como sinónimo de “consejero” hasta el año 1750. Somos, por tanto, un eslabón más de una larga cadena de mentores que se va adaptando a las necesidades de cada sociedad, de cada época.