Queremos mejorar a partir de lo que ya hacemos bien, ¿ese es el reto?
Un colega me hacía reflexionar sobre dónde poner el foco para ayudar a mis clientes, y me decía que las cuestiones que tenemos que hacerles observar para facilitar el desarrollo son las que tienen que ver con la imperfección, no con la perfección.Esto que parece tan obvio, sin embargo no es lo que impera en la actualidad y reconozco que para mi todavía es un reto.En nuestras intervenciones los coachs nos encontramos en muchas ocasiones a profesionales que esperan que el agente de cambio les aporte un halo de mayor perfección, mejorando lo que ya tienen de bueno; o empresas que aspiran a cambiar sin tener que hacer para ello ninguna revisión de sus disfunciones internas, y se centran en la búsqueda de nuevas herramientas, nuevos estilos de dirección (por objetivos, por competencias, por -lo que sea-) que les proporcionen un mejor dominio y/o conocimiento, y a través de los que puedan perfeccionarse un poco más.
El desarrollo de las personas no está exclusivamente en el manejo de las técnicas, de las herramientas de gestión, o en el conocimiento.Todo esto implica claramente una mejora del desempeño. Sin embargo, el desarrollo real deviene del trabajo con la imperfección, que surge de lo humano, proyectada sobre las pequeñas cosas que nos condicionan una y otra vez ( la calidad de la atención que prestamos a los demás, el hacer partícipe a otros, la apertura para expresarse libremente, y tantas cosas más) . Al incidir sobre ellas logramos realizar pequeños cambios que se trasladan a nuestro entorno como si de ondas se trataran, al igual que las que vemos en el lago cuando tiramos una piedra.
En el campo del coaching, por ejemplo, el coach, para procurar su desarrollo profesional, va a supervisar sus casos con la idea de mirar lo imperfecto en él. Esa parte deficitaria tiene que ver con lo humano, no con las herramientas o técnicas que utiliza, sino con sus interacciones con el cliente, con quien está implicado personalmente. Sobre esas imperfecciones vuelve una y otra vez, pues cada caso es distinto, cada persona diferente, y diferente también es la manifestación de lo imperfecto de su humanidad.Es el cambio en las cosas pequeñas lo que generará una mejora sustancial.
En mi anterior artículo hablaba sobre los objetivos de cambio, y como a veces nos ponemos unos objetivos que nos distraen de lo que realmente nos va a llevar al desarrollo. Pues bien, ese objetivo tienen que ver con las partes deficitarias que observamos en nosotros, en nuestro proceder.
El coach para ayudar al coachee a reconocer esa parte “no excelente” debe ser un contenedor de la basura emocional que éste porta: sus miedos, sus rencores, sus sentimientos de vulnerabilidad… y, al tiempo, debe ser un facilitador para que el coachee encuentre él mismo “sus recursos”, que le pondrá sobre la vía del desarrollo que él solo alcanzará.
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