Historias que curan y enseñan, base de la hipnosis Ericksoniana.
El ser humano creó una herramienta para aprender a manejar las emociones: las historias. Durante la mayor parte del tiempo que lleva en el planeta, el ser humano transmitió su educación emocional, es decir, su forma de manejar las emociones con uno mismo y con otros, mediante historias. Cada tribu o civilización transmitía cómo vivir y convivir mediante cuentos, relatos, mitos, leyendas e historias. Aprendían así a vivir, a buscar la mejor forma de enfocar cada situación. Aprendían a interpretar la realidad y, por tanto, a manejar sus emociones.
Mi amigo Alberto Nandja, entrenador de ICC de Mozambique, me cuenta que él vivió esto de pequeño. Cada noche, los miembros más antiguos de la familia (o tribu) contaban la historia que ese día necesitaban escuchar, aunque fuera repetida. Cuando alguien viajaba, tenía el importante encargo de traer las historias de ese sitio que visitaba. Conocer cómo se interpretaba la realidad en otros lugares tenía la importancia de aprender los programas mentales de esa otra tribu, que incluían la parte emocional, y esto se hacía mediante sus relatos.
Los relatos permiten vivir la emocionalidad de una situación para aprender a resolverla de forma exitosa. Sentimos la tristeza, el odio y el miedo de los protagonistas, pero de forma segura,sin que nos embarguen totalmente. Realmente no sentimos dolor, gracias a que estamos suficientemente disociados. Es como un campo de entrenamiento. Lo vivimos más como juego que como realidad. Cuando se nos presenta una situación real que se asimila ala que hemos entrenado, ya hemos aprendido qué programa mental/emocional utilizar.
Las buenas historias nos permiten vivir también el proceso de transformación del dolor en solución:
Primero el/la protagonista conoce una amenaza enorme (si no, no hay historia), lo que le produce una primera reacción emocional que le embarga.
Luego el protagonista tiene la oportunidad de superar o sostener esa emoción. Toma perspectiva sobre ella, se sobrepone aún a pesar de que la amenaza sigue ahí. La asume, distanciándose de la sensación de “esto es el fin del mundo”.
Finalmente, la historia desemboca de una forma que al principio era imprevisible, gracias al propio proceso. Esto permite a la persona obtener una nueva lección sobre la vida, es decir, cómo se puede pensar la realidad de forma diferente, que implica un aprendizaje emocional.
Esto quizá responda a esa pregunta que muchas veces nos hacemos ¿cómo es posible que deseemos ver una película que nos hace sentir miedo, pena u odio? Realmente, el código genético del ser humano le da las historias como una herramienta para su educación emocional.
Con la historia vivimos estas mismas fases que hemos descrito:
Encajar: el protagonista se hace consciente de la situación que te remueve.
Enraizarse: tras la consciencia, el protagonista se responsabiliza, se calma para sostener la situación, la acepta.
Liberar: todo se resuelve de forma que se obtiene un aprendizaje.
También ayudan a nuestra educación emocional cualquier otra expresión artística como las canciones, la poesía o la pintura. Todas ellas nos permiten vivir sentimientos que desvelan parte de nuestra humanidad, liberan nuestra conciencia emocional. La diferencia es que estas expresiones artísticas, gracias a su enorme carga simbólica, tienen un efecto fulminante en vez de producirse en fases.
¿Qué pasa cuando se presenta una situación dolorosa? Sin duda, vivimos situaciones para las que no tenemos la suerte de habernos entrenado. El proceso que vive el ser humano al sentir el dolor es parecido al que vive con las historias, pero no le resulta en absoluto tan fácil disociarse. La diferencia será que no es un proceso tan seguro, pero el aprendizaje es mucho más profundo.
Habitualmente, para tomar la necesaria distancia que permite relativizar la situación están los amigos y todo el entorno, pero a veces no es suficiente. De ahí la importancia del coaching o cualquier otra disciplina de ayuda. Con ellas se consigue sostener ese sentimiento difícil en esa situación que nos desafía.
Mientras no consigues rebajar el peso emocional que te provoca la situación, no estás preparado para transformar tu interpretación sobre ella.
La calma permite cambiar lo que significa para ti. Cuando te liberas de la presa emocional y la situación significa otra cosa, los sentimientos se transforman y puedes vivir ese dolor de forma saludable. Así brota el aprendizaje que éste encerraba, como una perla.
El dolor emocional se basa en cómo nos contamos lo que estamos viviendo. La historia que cura vendrá con este proceso de transformación del significado que le damos a la situación. Nos la acabaremos contando de forma distinta, encontraremos un sitio para todo dentro de nuestra vida.
Liberarnos de esa prisión emocional es la vía para descubrir una solución que no podíamos ver. Crear el espacio interior necesario para soportar el dolor es el principio de esa transformación.
Gracias a Alicia López y Melisa González por su ayuda.