El significado y valor de las palabras en el Coaching Profesional
Hoy quiero realizar una corta reflexión porque creo que resulta cuando menos interesante y que debe de ser tenida en cuenta por todo aquel que está en el entorno del coaching, tanto ejerciendo como profesional como recibiendo sesiones.
El otro día leí un chiste sobre la profesión del coach en el que un hijo le decía a su padre: ‘Papa, soy coach’. La respuesta era: ‘Hijo, ponte a trabajar y busca un trabajo serio’.
Este chiste unido a una conversación con un colega, me han hecho reflexionar sobre el valor en todos los sentidos de la profesión de coach.
Cuando vas al médico y tras decirle los síntomas y poco más te indica que tienes tal o cual enfermedad, no lo dudas, ni se te pasa por la cabeza el pensar si ha estudiado determinado número de años y si fue el mejor o el peor de su promoción. Es más, mientras más rápido te atienda, mejor médico parecerá. Cuando vas a un taller con un ruido en el coche, lo escucha el mecánico y te dice lo que le pasa, ni dudas de que no tenga razón y que te cobre 150 euros por diagnóstico y una hora de mano de obra, te duele pero no lo pones en duda porque el coche se ha arreglado.
¿Qué pasa con el coaching? Claro, el coach escucha al ‘paciente’, le hace reflexionar y pensar para que así pueda encontrar por el mismo la solución, pero no dejan de ser palabras. No hay un diagnóstico no hay una reparación, simplemente hay una persona que escucha, reflexiona y hace que la otra parte haga lo mismo. Es, en definitiva, una persona que ayuda, y claro está, para muchos el concepto de ayuda es completamente altruista.
De ahí me da la sensación del menosprecio o inflavaloración de la profesión del coach. Se limita a ayudar pero el problema lo resuelve el propio paciente, entonces ¿cómo va a cobrar?
Se me asemeja mucho a la profesión de freelance en los social media, tan de moda ahora. Le indican a un cliente lo que van a hacer en esta y aquella red social para dar a conocer su marca, pero claro está, que esto se cuantifique en ventas es complicadísimo de que lo vea a simple vista, por lo tanto el cliente piensa: ‘lo que me hace este lo puedo hacer yo’. O sea, otro menosprecio por un profesional.
Digo yo que al ser en ambos casos dos profesiones que se alejan de lo habitual y que se puede entender como profesional tradicional, la gente las ve con recelo., pero lo cierto es que a día de hoy, tras 7 años ejerciendo como coach, tanto mis clientes como los de mis amigos coach, no conozco a uno que no haya quedado satisfecho de las sesiones de coaching que ha recibido. Es más, recomiendan a sus amigos que las reciban y sin poner a cuestionarse ni precios por servicios, ni metodologías, ni nada por el estilo.
Las palabras tienen un significado cuando son dichas, pero lo que hay que tener en cuenta es que, dependiendo de quién las diga y en el momento en qué las diga, el valor que poseen es muy distinto.
Las palabras poseen un significado y un valor. Determinar ese valor para la persona que tiene en frente el coach, es lo que lo convierte en un verdadero profesional. No me vale con que alguien diga que lo que le ha dicho un coach se lo pudo decir cualquiera, porque la respuesta sería bien sencilla: ‘entonces, ¿deduzco que lo que te ha dicho nadie te lo había dicho aún ya que dices que lo dicho te lo diría cualquiera? Claro, cuando el coach abre la caja de los secretos, ya dejan de ser secretos y pierden su valor. Pero ojo, siempre hay que contar con el valor aportado de quién abrió la caja en aquel momento.