Perdonar
¿Por qué perdonar es tan complicado? ¿Cuánto nos afecta a nivel físico, emocional y energético no perdonar? ¿Por qué se nos hace tan difícil y, cuando creemos que lo hemos conseguido, realmente continuamos con la sensación de que las cosas siguen sin ir bien?
Al igual que hay una diferencia importante entre el perdonar a alguien y el perdonarse a sí mismo, hay un abismo entre simplemente expresar ese perdón (“Te/Me perdono por lo que me hiciste. No pasa nada”) a realmente hacerlo, con toda su carga de liberación, para experimentar su efecto benefactor.
Caroline Myss, en su obra “Anatomía del Espíritu”, da una definición asombrosa, por lo diferente a cómo lo concebimos, del perdón. Dice textualmente: “Perdonar significa liberarnos del dominio que ejerce sobre nuestra psique el hecho de considerarnos víctimas”. Es decir, perdonar significa renunciar a cualquier tipo de influencia que pueda ejercer (incluido el uso del mismo para ejercer poder o dominar a otros) el victimismo, que surge en muy diferente medida según la persona, siempre asociado a esa circunstancia que ahora pretendemos perdonar.
Es esa liberación la que deshace realmente la resistencia al cambio que se precisa para pasar de un estado de connivencia con el dolor y el sufrimiento (del que, no olvidemos, muchos hacen su seña de identidad para conseguir cosas de los demás) a un estado sano y poderoso, capaz de que la persona pueda manejarse por sí misma y tomar decisiones. Es la que deshace cualquier anclaje a la queja, al miedo o a la enfermedad como recurso o llamada de atención ante los demás.
El no llevar a cabo el perdón facilita además desequilibrar energéticamente a la persona. Esto sucede porque, cuando no perdonamos, habitualmente acumulamos rabia y/o no dejamos que salga el dolor, lo que conlleva un enorme consumo de energía. Estamos forzando, literalmente, a cuerpo y mente a aceptar una situación antinatural, ante la que ambos sistemas reaccionan para adaptarse, con mucho más desgaste y/o desequilibrio de recursos. Por supuesto este hecho puede percibirse a nivel biológico. Nos sentimos mal, incluso a veces podemos llegar a enfermar. Son esas “enfermedades del alma”, que tienen su reflejo físico en muchísimas ocasiones, pues realmente llegan a distorsionar gravemente nuestra configuración biológica por alteraciones de hormonas, aminoácidos, consumo excesivo de minerales o sustancias básicas para el funcionamiento celular. La energía cesa de fluir y cesa la vitalidad, la persona se estanca.
Coloquialmente solemos decir que nos “descentramos” o estamos “descentrados”. Esta es la expresión habitual para indicar ese desequilibrio energético. Robert Dilts habla sobre esto en su obra “Coaching : Herramientas para el cambio”, definiendo a ese tipo de persona con el acróstico CRASH (Closed, Reactive, Analizing, Separated , Hurt) es decir, cerrado, reactivo por supervivencia, analizador hasta la parálisis, separador o desintegrador y que hace daño a otros.
Cuando iniciamos un proceso de Coaching y nos encontramos con estados de ese tipo en la persona, es extremadamente necesario proceder a su centrado, puesto que difícilmente estará en condiciones y suficientemente fuerte para primero explorar, mas tarde encontrar, posteriormente trazar planes y por último ponerse en acción para lograr el objetivo. Para ello, y por descontado, se precisa que el coach lo esté, de manera que, según Dilts, las neuronas espejo de la persona que es sujeto del Coaching lo perciban y a su vez generen su propio espacio de opciones y recursos, y además es muy efectivo usar un método o sistema que permita trabajar con el realineamiento de los centros energéticos del cuerpo para potenciar y reforzar de forma paralela el efecto del Coaching.
En ese sentido, el Reiki, técnica milenaria redescubierta por Mikao Usui en el Japón imperial de entreguerras y de aplicación habitual, entre otros, en hospitales españoles como el Hospital Universitario de Puerta de Hierro o el Doce de Octubre, por nombrar dos de auténtica referencia en Madrid, se hace particularmente efectiva para conseguir el centrado de coach y sujeto del Coaching. En el blog Reiki para Todos, se hace referencia expresa al punto de encuentro entre ambos, la conexión con la propia persona. Reiki desde la perspectiva holística armonizando cuerpo y mente y Coaching desde la acción, poniendo en marcha a la persona centrada para alcanzar sus objetivos, entre otros, el ejercicio del perdón en el aspecto antes indicado, liberando la psique de cualquier resto de victimismo y haciendo a la persona auténticamente libre y dueña de sí misma.
El Coaching y el Reiki abren perspectivas muy interesantes para combatir otros problemas, además del ejercicio del perdón, que provocan el descentrado de la persona, como el estrés, la baja autoestima o la negatividad, desde el punto de vista de la armonización emocional, mental y física completa. El buen entrenador de vida, trabajo y negocios debe conocer y ejercer todas las técnicas precisas, que puedan conseguir que la persona que está entrenando alcance su máximo rendimiento, disponiendo de toda su energía con el menor tiempo y coste posible.