Coaching – Mi experiencia
Autor: Jaime Martínez (Coach ICC’16)
La luz entraba por las ventanas, oblicua al piso y se proyectaba sobre nuestro grupo en forma de sombras y milagros. Penitentes, peregrinas, buscadores e incrédulos que desean convertirse, éramos un grupo como otro cualquiera; llenos de interrogantes y perplejos. Una reunión de voluntades, preguntas y promesas; la materia de la que se hacen los sueños. Nos defendíamos atacando desnudos y sin pertrechos, huérfanos de nosotros mismos; hijos del viento.
Entendimos, poco a poco pero muy adentro, el significado de las palabras que, una vez pronunciadas, revoloteaban en la galería como mariposas en un sueño. Que se unían y separaban organizadas en magníficas formaciones y extraños encuentros. Palabras de miedo, de amor, de dolor y de dicha, palabras de verdad y de silencio.
Palabras y sentimientos que nos confrontaron, que nos advirtieron, que nos siguieron hasta el lugar en donde guardamos nuestros corazones; junto a la infancia y los recuerdos. Y vivencias que eran tuyas y mías y nuestras y… de nadie. Vivencias del futuro que amamos, buscamos y queremos.
El gozo de ser de un tiempo y de una tierra y encontrar nuestro aquí y ahora para empujar al destino por caminos que otros transitaron y que se llenan de futuro y de pasado y de misterio. Y de repente, ahí, dándonos la cara, las verdades del barquero que puedes asir y sentir y manosear porque son ciertas como la tierra y la madre y la mañana.
Certezas porque no tienes que pensar sobre ellas, porque sabes, porque te han mostrado, has visto su verdad y no dudas y caes sobre ellas y te sonríes porque ya lo sabías, tú y tu espíritu y tu cuerpo.
La luz entra, ya, a borbotones y aunque es otoño e invierno, en el grupo huele a primavera y florece y se hace amarillo en los tojales y blanco en los almendros y rojo y azul y verde en nuestros ojos, que saben lo que ven y qué y quién les está viendo.
Y en el alma una calidez amiga y en la frente un “Ajá!” valiente y todos y todas sin confusión, ni miedo, con amor y entrega un “Alalá”, un grito de guerra por un mundo distinto y mejor y nuestro … y cierro los ojos y lo siento y me emborracho de ser el otro y ser yo mismo, de ser tú y escucharte y aprender de ti y ayudarte y me sumerjo en tu mar y en mis labios la sal de tu océano y en tus ojos mis preguntas y tus respuestas en mi cuerpo y tú y yo y nosotros y en el aire las palabras de todos y la calma y el silencio.
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