Historias de un coach. Episodio 1. El OVNI, ojetvio volador no identificado
Eran las doce de la mañana de un sábado cualquiera y estábamos en el parque paseando y hablando de solucionar el mundo. Nos sentamos en un banco y entonces ella me dijo:
– ¡Qué difícil es ser coach! ¿Verdad?
– Sí, claro, pero ¿a qué viene esa pregunta? – me había pillado de sorpresa.
– Bueno, es que el otro día me pasé dos horas de la sesión intentando definir el objetivo y la verdad, creo que no lo definimos. O más bien, que planteamos un montón de objetivos. Trabajamos con muchos, pero no creo que sea su objetivo.
– Ya.
– No sé si lo estoy haciendo bien.
– ¿Por qué?
– Porque se supone que mi misión es ayudarle a concretar su objetivo, no a liarle más.
– Sí, pero ¿qué objetivo?
– El objetivo que busca.
– ¿Y cuál es tu misión?
– Ayudarle.
– ¿Crees que él puede encontrarlo?
– No me hagas coaching, ja, ja, ja.
Empezamos a reírnos y la conversación se extendió. Uno de los problemas más habituales que me encuentro haciendo coaching es que a veces aparecen dos voces en mi cabeza. Una te dice: «sigue el proceso, facilita el pensamiento»; y otra dice: «mira qué interesante lo que te está diciendo». A veces aparece una tercera buscando opciones y una cuarta mandándolas callar a todas y se arma una discusión a voces en mi cabeza. Pero he encontrado un truco: el cliente siempre tiene la razón. Es decir, en cuanto aparecen esas voces en mi cabeza, rápidamente me centro más en mi cliente, en sus gestos, en sus emociones. Me olvido de las mías y me centro en él porque lo primero es creer en la otra persona, en que ella tiene todos los recursos para encontrar sus objetivos, sus valores, sus barreras, sus acciones. Hay que creer en ella porque el coaching es eso, creer en las personas. No soy yo el que tiene que encontrar su objetivo, es ella. Ella tiene que sacar todos sus recursos adelante y encontrar el objetivo en el que se quiere centrar.
Llegó la hora de comer, nos levantamos y antes de despedirnos, ella me dijo:
– Tendríamos que compartir nuestras experiencias como coaches. Tú tienes un blog, ¿no?
– Sí, pero ¿qué quieres decir con eso?
– Bueno, tú sabrás…
Y así me dejó. No sé lo que quería, pero a mí me animó a compartir mis experiencias, las historias de un coach.