El Coaching y la estructura Narrativa del Cuento Popular
Durante mucho tiempo separé mi actividad de narradora oral de la de coach. Movida por prejuicios personales, veía el mundo del mentoring cercano al de la narración de historias, no así el del coaching. “El mentor”, me decía, “debe saber contarse para ofrecer su experiencia al mentorizado de la manera más eficaz y por ello le resultará de interés práctico conocer la estructura del cuento popular, que es la más profundamente enraizada en el inconsciente colectivo”.
Por el contrario, el coaching, basado principalmente en la mayéutica socrática, es decir, en ayudar a sacar por medio de preguntas lo que el interlocutor ignora que sabe, me parecía totalmente ajeno a cualquier tipo de esqueleto narrativo. “El que se cuenta, es el cliente”, pensaba, “por tanto, cualquier conocimiento de esta índole es puramente anecdótico, realmente no le aporta nada al coach en su formación”.
Precisamente fue preparando un curso de iniciación al coaching cuando, de pronto, caí en la cuenta de que había hecho un análisis precipitado del asunto y había pasado por alto algo importante: al rechazar la validez de la estructura narrativa oral para el coaching, había tomado las preguntas que caracterizan a esta disciplina como interrogaciones aisladas, descontextualizadas, y no me había parado a estudiarlas en conjunto, dentro del proceso en el que se encuentran insertadas. Fue un momento revelador. De pronto lo vi claro. ¡La técnica del coaching, en lo relativo a su proceso, se halla fuertemente ligada al esqueleto del relato de tradición oral! Simplemente no me había formulado las preguntas adecuadas: “¿Qué es un cuento de tradición oral? ¿Cómo se estructura?”
Un cuento popular es un viaje, un proceso de cambio. Esto ya de por sí supone un punto de contacto con el coaching. Analicemos además su esquema. Incluiré en negrita, los términos del coaching con los que, a mi humilde entender, se corresponden las distintas fases del proceso narrativo:
Un personaje se encuentra en situación estable que, de pronto, se rompe (estado actual). A este personaje lo denominaremos protagonista (cliente). Éste, fuera ya de su zona de confort, necesitará alcanzar un nuevo equilibrio y para ello se lanzará a la búsqueda de un determinado objetivo.
Una vez fijado el objetivo final, el protagonista iniciará un viaje con el fin de conseguirlo. Durante el mismo salvará distintas etapas en las que tendrá que resolver una serie de pruebas, todas ellas tareas de índole muy diferente, con el fin de alcanzar objetivos inmediatos que lo vayan acercando a la meta. Además, en el camino se encontrará con algunos impedimentos, obstáculos que vencer o antagonistas con los que luchar.
Naturalmente, el periplo estará lleno de peligros, pero el protagonista poseerá múltiples recursos para lograr lo que desea, por un lado, habilidades naturales para afrontar las pruebas, por otro, ciertas ayudas externas, esto es, algún objeto o persona mágicos que se brinden a poner sus poderes a su servicio.
Y, al final, tras múltiples, riesgos, desilusiones, sorpresas, alegrías, experiencias, llegará la recompensa: la conquista del objetivo y, con él, la consecución de un nuevo equilibrio. Y la historia termina con una celebración, como se merece cualquiera que haya realizado semejante proeza.
No hay duda, el parecido es asombroso.
¿A qué se debe esta semejanza? No podría decirlo. Habría que estudiarlo con mayor profundidad. Quizá, lanzando al vuelo una hipótesis no contrastada, lo que de alguna manera hace el coaching es que el cliente, como protagonista de su propia biografía, como promotor de su propio cambio, se cuente desde sí mismo sin perder pie, esto es, amarrado a los esquemas narrativos en los que se mueve el inconsciente colectivo de la cultura a la que pertenece.
¿Echáis algo en falta? Resulta significativo que no hayan aparecido por ningún lado los valores, ¿verdad?, siempre tan presentes y con tanto peso en esta disciplina. No los he olvidado, pero, si me lo permitís, para que este post no se alargue en demasía, hablaré sobre la relación entre ellos y el cuento en otro artículo.
Deciros, para terminar, que, a raíz de este pequeño descubrimiento estoy empezando a investigar qué utilidad para el coach y para el propio cliente podría tener un mejor conocimiento de las estructuras narrativas y qué aplicaciones prácticas podría tener en este ámbito y en el del autoconocimiento.
Como decía, sirva este artículo de introducción a otros posteriores que intentarán ahondar en el tema. Cualquier aportación o idea serán bienvenidas. Os invito desde aquí a que escribáis sobre la cuestión para, de alguna manera, abrir una línea conjunta de estudio.
Os dejo con una pregunta: si construimos nuestro mundo interior a través historias, ¿en qué medida examinarlas con detenimiento puede ayudar a modificar nuestro concepto del mundo y de nosotros mismos?
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