El Camino y Los Otros. La gran prueba en 6 pasos
El Camino te ofrece muchos instantes eternos que te permiten reflexionar. Saludando a las personas que te cruzas a lo largo de esta gran travesía puedes percibir en ellos, y en ti también, la diversidad de emociones y miedos que produce el contacto humano. Un florido ramillete de sutiles sensaciones te recorre en un momento.
El saludo del peregrino es tierno y sincero. La mayoría de las personas devuelven el saludo con la misma sensación, como un espejo, otras lo hacen con sorpresa, otras reaccionan con miedo, otras con una respuesta automática,… Un amplio rango de sutiles diferencias entre cada saludo, que puedes percibir sólo con tener abierta tu intuición a su mensaje no verbal.
Esto me hizo pensar en lo que sucede en nuestras relaciones de cada día y en una prueba para disfrutar de una experiencia similar.
Sea nuestro jefe, pareja, hijo o hija, amigos o «la empresa», gran parte de lo que nos preocupa procede de nuestra relación con otras personas. Aquí te propongo seguir esta reflexión: ¿son los otros el problema o más bien el reflejo del problema?
He estado explicando recientemente en una conferencia los 7 aspectos clave para vivir mejor. El último era «cómo relacionarse con los otros».
Comenzaba diciendo que aunque esta cuestión de la relaciones era lo que despertaba más expectación, realmente era la menos necesaria de tratar si las 6 anteriores estaban en orden. Es decir, si tienes una excelente relación contigo mismo/a, los demás lo notan y desean también relacionarse contigo.
Todos conocemos personas que no requieren de normas ni estrategias para relacionarse con plena satisfacción ¿Será ese su secreto?
Te propongo ahora una adivinanza en forma de metáfora ¿Qué son los demás?
A. Una fuente
B. Un reflejo
C. Un reflejo que se puede convertir en fuente
D. Una fuente que puede convertirse en reflejo
Como ya estás imaginando, todas las respuestas son correctas. Todos ellas son suposiciones que provocan diferentes resultados… Como en los cuentos, ¡lo que creas se convertirá en realidad!
La práctica que te propongo te puede permitir entrar en contacto con tu suposición más habitual y jugar un poco con ella:
¿Qué puede pasar cuando saludas a un desconocido?
Primera parte
1. Elige un lugar por donde pasen personas a menudo, pero de una en una. Podría valer la acera de una calle tenuemente transitada, por ejemplo. Es importante que no suelan pasar personas conocidas.
2. Pon buena cara y saluda consecutivamente a 3 personas de forma natural (no es tan raro! :-). Observa su respuesta y la sensación que te produce. Buen trabajo! ¿Quieres seguir?
Segunda parte
3. Piensa en las personas que más aprecias y en los momentos más especiales que compartís ¿Cómo te sientes? ¿Cómo se sienten? Voy a proponerte que trabajemos con esa sensación bien cargada en el cuerpo, así que vívela intensamente ¿qué tal te sientes?
4. Piensa que, en el fondo, todo el mundo desea esa sensación, e imagina que tienes la oportunidad de proporcionarla con sólo saludarles. Te propongo que partas de esa suposición ¿qué puedes perder? ¿De acuerdo? ¡Adelante!
5. Ahora observa lo que te produce la respuesta a tu saludo, sea buena o mala ¿se refuerza o se reduce la sensación placentera? ¿Qué otras cosas te pasan por dentro? (Sensaciones o pensamientos).
6. ¿Afecta lo sucedido en el anterior saludo a la sensación que ofreces al/la siguiente viandante?
Seguro que ya estás sacando tus propias serenas conclusiones, tanto para saludar como para cualquier relación con los demás. Las principales que yo he sacado en el camino son éstas:
1. Cuando responden a mi saludo, noto una fuerte conexión. Se produce una sensación compartida muy placentera que anima a continuar el camino con una sonrisa.
2. Cuando no es así, soy igualmente libre de sentirme bien, de centrarme en mi sensación placentera. Cada vez que saludo con esta intención, me estoy dando un regalo que me merezco… Por otro lado, sé que el efecto en esa persona es bueno, sea cual sea la reacción inmediata.
Este momentáneo flash de sensaciones del saludo se amplifica cuando se trata de una conversación. Todos estos efectos empujan con más fuerza, con lo que podemos ejercitar aún más la voluntad de navegar en nuestras sensaciones.
No sé si Jesús pensaba en algo así cuando dijo «poner la otra mejilla». Si así fuera, ahora entiendo que no es un acto de altruismo, sino de dignidad profunda.
Los otros, ¡la gran prueba!