Testimonio de mi rol como Coachee
Me llamo Fernando y soy un profesional de los Recursos Humanos mayor de 60 años. Así me imagino comenzando mi parlamento ante un grupo de “psicólogos anónimos”. Un parlamento para explicar mis experiencias (como coachee) con el coaching.
Zona Cero.
Tras una historia de 37 años trabajando en la misma empresa y un periplo laboral, durante el cual, pasé de operador de tercera en una de las fábricas al segundo nivel de la compañía; reportando a la dirección general de Recursos Humanos, se abre ante mí, la posibilidad de la prejubilación. Acepto y comienzo a preparar mi sucesión. Tiempos difíciles, pensé, decidí hacerlo siendo consecuente con mis propias prácticas y políticas y pedí el acompañamiento de un coach.
Según usos, que yo mismo había aprobado, me ofrecieron tres posibilidades y sus respectivas entrevistas, para elegir a la persona que se ajustase más a mis “gustos”. La primera entrevista fue suficiente y estreché la mano de Obi (vamos a llamarle así, por Obi-Wan Kenobi; el caballero jedi de las guerra de las galaxias) para sellar nuestro pacto de ayuda mutua.
Expectativas y trabajos.
Obi trazó, delante de mí, un camino de tareas en las que me correspondía el papel principal, la carga de la prueba y el resultado. Reservándose él, la función del apoyo (profesional, claro) y una actitud entre observadora y provocadora.
Se desprendió, rápidamente, de la “capa de súper héroe” que yo intenté colocarle y se apuntó al rol de “obrero del bienestar”; si acaso, compañero de búsquedas.
Rápidamente entendí que a mí correspondía el esfuerzo, el planteamiento del problema y la generación de soluciones y a Obi, la observación oportuna, el cuestionamiento pertinente (a lo mejor, el impertinente, también) y el oficio socrático.
Dicho y hecho; ambos nos entregamos a la tarea de desentrañar los objetivos detrás de las palabras y evidenciar los sentimientos que cobijan los planes; buscado el Grial de la “buena jubilación”.
Objetivo: primero el trabajo bien hecho
Hablamos de llevar a cabo correctamente, impecablemente la transferencia de mis obligaciones y realizamos ejercicios que identificaran las tareas y entendimiento de los pensamientos y sentimientos de las personas objetivo de esa transferencia; mi equipo.
Durante algunas sesiones, entendí las claves de lo que tendría que hacer y (ahora lo confieso) de lo que había hecho; la razón de ser de mi orientación, las motivaciones de mis objetivos más queridos y las necesidades de mis clientes internos.
Trabajamos codo con codo, transitamos un camino durante el cual resolvimos todas las cuestiones relativas al trabajo, nos conocimos mejor y, de alguna forma, sintonizamos como seres humanos.
Siempre me sentí acompañado, siempre di lo mejor de mí mismo para conseguir la excelencia en el cumplimiento de nuestro mutuo objetivo.
Objetivo: un cambio de perspectiva.
Preparamos un plan para conseguir que Fernando (el profesional y el ser humano) diese el paso de la prejubilación de la manera más eficiente; de la forma idónea.
Nos sentíamos satisfechos (creo que puedo hablar por los dos), cuando Obi cambió la perspectiva; “¿existe una única forma de ser tú mismo?” preguntó. Naturalmente, no. De forma contingente con la situación adopto puntos de vista adaptados al momento. “¿Podrías resumir esos puntos de vista en dos principales?». Sí, podemos hablar desde mi yo más joven y desde mi yo más responsable.
Obi, me provocó una vez más: “¿por qué nos escribes una carta desde el joven al responsable, sobre la jubilación?”. “Podría ser que estés enfocando el tema solamente desde el responsable”.
Acepté el reto, consciente de la potencia del cambio de perspectiva y temeroso de las implicaciones del mismo.
En la siguiente (la penúltima) sesión ya estaba presente mi carta, que os copio a continuación:
Carta desde mí mismo.
Compañero Responsable,
Hacía mucho tiempo que no hablábamos, ocupado tú en tus obligaciones y compromisos personales y sociales. Enfocado yo, en esos momentos de goce que da una nueva e interesante idea, la consecución de una meta, afanosamente buscada, el encuentro maravilloso con las palabras necesarias y precisas y las emociones de las relaciones humanas y el amor.
Ha pasado tiempo desde que tomaste el timón de nuestra vida; era necesario. Ser padre, buscar el cambio político y social, responder a las demandas de una familia golpeada por la enfermedad, nos llevó a un singular acuerdo: tú gobernabas en el mundo visible y yo en el invisible. Como dice la canción de la Mandrágora, yo todo lo que importa y tu todo lo importante.
De este acuerdo tácito (del que me salgo cuando la ocasión pide un disparo de luz o una emoción), me (nos) ha sacado la pregunta de Obi; “¿no estarás abordando tu nueva vida, desde la perspectiva de la responsabilidad, como siempre?”
Efectivamente, esta era la perspectiva.
¿Habrá que pensar más en mí (en Joven) y visualizar playas, paseos, amor, libros, jazz y bares?
Yo creo que sí, compañero Responsable, que llegaremos a un acuerdo en el que tú y yo nos encontremos a gusto. Lo que tú planteas tiene componentes muy queridos, también, por mí, como la relación con las personas, la vida social y la participación en el cambio. Yo haré de las actividades que plantees algo chispeante y lúdico y tú le pondrás tu toque práctico. Prométeme que no me obligarás a realizar nada que sea aburrido; recuerda la cita de Leopoldo María Panero: “en esta vida se puede ser lo que se quiera, menos un coñazo”. Yo te ofrezco frescura, atrevimiento y el goce que solamente el “insight”, o el “ajá” producen. Te pido comprensión y que disculpes mis “fulgores” (si hay luz, tiene que brillar) y aprendas a disfrutar de ellos. Por mi parte seré indulgente con tus dudas y te ayudaré a fluir mientras piensas y decides.
Siempre, tuyo.
Joven
Al final un desafío y un compromiso.
Es difícil extraer todas las conclusiones, pero este cambio de perspectiva (compartido, gozosamente, con mi familia) completó –desde el punto de vista de la persona- mi coaching y lo transformó en un instrumento profesional y también personal, haciéndole coaching de vida, además de coaching de trabajo.
Cuando escribo este pequeño testimonio, ya estoy prejubilado, estoy preparando la mudanza al lugar elegido para nuestra nueva vida, ya he finalizado mi formación para ser coach también, ya tengo visualizado mi futuro y sé que quiero hacer en él.
Me siento preparado; soy feliz.
Gracias Coaching, gracias Obi.
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