Entrevista a Elsa Punset: «Nos han dicho que ser feliz es cosa de tontos… y es al revés»
Por Iñako Díaz Guerra
Elsa Punset. Londres, 1964. Escritora superventas y divulgadora por genética, filósofa experta en inteligencia emocional y gurú sin complejos de la autoayuda. Publica ‘Felices’, un libro que indica el camino hacia un lugar que quizás no exista.
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P: Elsa, no me engañe, ¿se puede ser feliz de manera continuada?
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R: Sí, sí y sí. La felicidad es mucho más importante de lo que se ha creído durante la historia. Tiene un impacto enorme sobre nuestra salud física, mental y emocional. Antes pensábamos que era puro buenismo, un lujo biológico. Ahora sabemos que nos hace más creativos, más inteligentes, más sociables, más sanos. Se puede y se debe ser feliz.
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P: Pero ser feliz no es ‘cool’. Hoy se lleva el cinismo.
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R: El estado natural del cerebro es la infelicidad porque no le importa que seas feliz, sino que sobrevivas. El cinismo es lo fácil, es no cuestionar esa programación de serie. Lo inteligente es darte cuenta de que puedes superar esa programación y ser feliz. La intelectualidad y la ciencia nos han dicho que era una cosa de tontos. Y es al revés.
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P: ¿Creer en la felicidad no tiene un punto de placebo, de salto de fe, de promesa de una vida mejor basada en cuestiones no tangibles?
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R: Puedes vivir tres tipos de vida: la vida placentera, que busca la felicidad en los placeres; la vida buena, que consiste en mirar hacia dentro y trabajar tus fortalezas, y la vida valiosa, que pone esas fortalezas al servicio de los demás. Puedes ser feliz en cualquiera de estos ámbitos, pero en las sociedades de consumo normalmente sólo lo somos en el primero. Confundimos hedonismo con felicidad.
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P: Su libro presenta un tipo de personaje casi mitológico: los filósofos felices…
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R: Sí, pero para encontrarlos tuve que ir a escuelas clásicas, como Grecia o China, o a la neurociencia del siglo XXI. Entre medias, filosofía, psiquiatría y psicología han sido oscuras, académicas, abstractas. Se han centrado en que la vida es un valle de lágrimas, que estamos muy mal hechos… Sólo han visto la oscuridad.
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P: ¿Coincide con el ‘nuevo optimismo’, la corriente filosófica que defiende que el mundo nunca ha sido mejor que ahora?
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R: ¡Es que no lo ha sido! Nunca ha habido menos guerras, menos violencia, nunca hemos sido tan empáticos ni hemos hablado tanto de justicia social e igualdad…
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P: Pero igual que se puede defender eso, se puede decir que vivimos en ‘la era del prozac’, que la depresión y la ansiedad son pandemia
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R: Es cierto, pero también sucede porque nos preocupamos por la salud mental, cosa impensable hace no tanto. Y buscamos respuestas bioquímicas a la felicidad, la medicación es un atajo que en muchos casos está justificado, pero hay que combinarlo con un apoyo de reeducación de hábitos y pensamiento. Se ataca al síntoma y no a la enfermedad.
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P: ¿Padres tristes hacen hijos tristes?
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R: Sí, los hijos de padres deprimidos tienen un desarrollo cognitivo y emocional más lento y complicado. Los primeros años con los hijos es más importante trabajar la alegría que la autonomía o el autocontrol.
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P: ¿De verdad ayuda la autoayuda?
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R: Muchísimo. La autoayuda es dar una llave a las personas para que puedan mejorar por sí mismos su vida. ¿Por qué vemos esto como algo absurdo? ¿Por qué nos hemos reído tanto? Porque durante siglos hemos creído que el cerebro no podía entrenarse, que eres como eres. Pero la psicología ha descubierto que nos habíamos equivocado y que el optimismo o la compasión son entrenables. Todavía hay gente que piensa que es una tontería, pero estamos avanzando.
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P: Decía Groucho que inteligencia militar era una contradicción en términos. ¿Sucede lo mismo con inteligencia emocional?
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R: Han sido términos contrapuestos durante siglos. La ciencia nos decía que la razón era lo que distinguía a la humanidad y las emociones eran cosa de brujas y de animales. Pero ahora sabemos que las emociones están en la base de todo pensamiento racional.
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P: ¿Hay un componente sexista en ese desprecio de lo emocional?
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R: Sí, claro que lo hay. Históricamente la emoción ha sido considerada una cosa femenina en un sentido muy peyorativo. Es evolutivo. Para el hombre el miedo o la tristeza eran un estorbo a nivel social, las emociones molestaban en la toma de decisiones. Pero eso está cambiando a gran velocidad.
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P: Su padre, Eduard, se posicionó a favor del referéndum en Cataluña. Su hermana, Carolina, es eurodiputada de Ciudadanos. Sus comidas familiares deben ser calentitas…
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R: Qué va. El pensamiento único es para los gobiernos, no para las familias.
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P: Y usted, ¿qué opina?
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R: Que es una fuente de infelicidad muy grande en el país, de mucha angustia. Es un problema que tenemos desde siempre en la humanidad y que ha provocado infinidad de guerras: creernos distintos pese a que somos similares. Si te inventas que el otro es diferente, es mucho más fácil odiar, despreciar y maltratar. Hay que ser muy fuerte para ser feliz. Nuestra zona de confort es la división.
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P: ¿Ha faltado empatía?
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R: Al humano le cuesta empatizar con todo lo que no tiene cerca, pero querer a los de al lado es fácil. Lo meritorio es ampliar esos círculos de amor. Los astronautas sienten una unidad especial cuando ven la Tierra desde lejos. Ojalá nuestros políticos pudieran orbitar alrededor del planeta para que se den cuenta de que se inventan fronteras y divisiones que no existen. Es absurdo.
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P: Para acabar, soluciónenos la vida, denos el truco para ser felices.
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R: Hay tres ámbitos a trabajar. Vivir en el presente, doblegando a un cerebro que tiende a recordar y predecir en negativo. Aprender a gestionar las inevitables emociones negativas, porque la felicidad no consiste en no pasar malos ratos, sino en saber afrontar las frustraciones más básicas. Y trabajar las relaciones humanas.
Me gusta mucho Elsa Punset. Gran entrevista