Coaching como herramienta para «Aprender a aprender»
Una de las premisas básicas del Coaching es el trabajo en el conocimiento profundo de uno mismo, fundamentalmente de cuales son esos supuestos y creencias enraizados durante años, que determinan en gran medida nuestra manera de actuar, constituyendo en parte una realidad distorsionada, que para nosotros es la única, y que de estar tan integrados, son absolutamente invisibles a nuestros ojos.
Mediante un proceso de identificación, análisis y reformulación bien definido, pilotado por el coach y ejecutado por el interesado, esos supuestos dan paso a nuevos modos de observación, libres de falsas creencias y juicios, desde los cuales el citado interesado está preparado para la acción sin trabas y por tanto listo para tomar el vehículo que le lleve a la consecución de sus objetivos.
Esa acción lleva implícito un fuerte componente de compromiso propio, desde el principio que los caminos elegidos para llegar al objetivo lo han sido de forma personal, nunca impuestos ni sugeridos, y siempre con plena consciencia de la existencia de otros muchos que se han descartado, porque, a priori, no servían. Además, la persona va a contar con el conocimiento de las debilidades y fortalezas que tiene, de las que será plenamente consciente tras el proceso del Coaching, y a partir de las cuales podrá diseñar su propio plan de acción para ponerse en marcha y avanzar.
La mayor parte de las veces el miedo al fracaso hace que proyectos con viabilidad se queden en meras ilusiones. Eso y la falta de confianza (que no es ni más ni menos que un desconocimiento de nuestras propias capacidades) hacen que los, por otra parte lógicos, obstáculos para poner en marcha una idea parezcan insalvables.Por tanto, el proceso de Coaching se revela como de una ayuda importantísima para el emprendedor, en su vertiente doble de autoconocimiento de esas debilidades y fortalezas y en la de proporcionar una visión panorámica, libre de juicios, del objetivo, impulsando a la acción para llevarlo a cabo. El Coaching ayudará a realizar un detallado mapa personal en forma de realización de acciones, para trasladar la idea del emprendedor a la realidad sin que esta se quede por el camino como si de una fantasía se tratara.
Esto no se debe ni más ni menos que a nuestro propio sistema de juicios y creencias que actúan como verdaderos censores de la creatividad y de la energía que se precisa para poner en marcha un plan. En ese sentido el Coaching proporciona la visión necesaria para reconocer las creencias negativas que nos bloquean y las positivas que nos impulsan, tanto propias como del entorno, y por tanto superar los obstáculos, reduciéndolos a los meramente administrativos o legales, no a los derivados de nuestras propias reticencias y miedos.
El truco del proceso es ayudar a «aprender a aprender» al emprendedor. Éste debe, con la ayuda del coach, descubrir en primer lugar cual es y cómo funciona su sistema de creencias motivadoras y como el de las paralizantes y trabajar conjuntamente en ellas para transformar la visión de los problemas, que hasta entonces eran aparentemente insalvables desde esos supuestos íntimos propios, en retos solucionables.
Una vez realizada esa identificación, trabajará junto con el coach en un plan de acción para llevar a cabo sus objetivos. En esa circunstancia serán ambos quienes determinen como se dividen esos objetivos, para que resulten cómodos de alcanzar y posibles en un periodo de tiempo, cuya extensión también ambos deben considerar cual debe ser para ser considerado como razonable y que lógicamente variará en cada caso.
Para ello, conviene trabajar en la elaboración de un plan de «arriba a abajo», es decir, partiendo desde el resultado final y estableciendo qué es lo necesario en cada periodo de tiempo anterior al mismo para lograrlo, y no al revés como normalmente se hace. Recomiendo hacerlo de esa forma porque, primero, permite una definición mucho más precisa del objetivo, sin contar con ningún supuesto inicial que haga que se recorte premeditadamente, y, segundo, porque «visto» el resultado que debe alcanzarse, se facilita mucho el trabajo sobre los hitos y fechas necesarias para conseguir los pasos que se han de dar con anterioridad, eliminándose el «efecto subida de escalera» que se manifiesta cuando iniciamos trámites y acciones sin tener definido exactamente el resultado final. Obviamente, al no tenerse presente este, cada acción o «peldaño» que se presenta y con el que no contábamos, porque no sabemos con seguridad hacia dónde vamos y que nos encontraremos mas adelante, se hace más duro, abandonando en un alto porcentaje de ocasiones.
Pensemos, ahora que se cumple el cincuenta aniversario de la muerte de Kennedy, en su gran sueño, la llegada del hombre a la Luna. Que hubiera pasado si la primera cosa que «vio» el presidente Kennedy no hubiese sido la bandera estadounidense colocada allí. Entonces, se trabajó de la forma que indicamos, para, año a año, partiendo del resultado final ir creando las condiciones para lograrlo. Probablemente se hubiera abandonado la idea si solamente se hubiera comenzado a estudiar simplemente como viajar allí, o al menos se hubiera casi con toda seguridad perdido la carrera espacial. Probablemente también, Kennedy, que al final no contempló en directo su sueño por la bala que acabó con él en Dallas, había vencido antes a todas sus creencias limitadoras.
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