El camino más corto
Todo el mundo quiere ser especialista, maestro, guía de algo, pero pocos se atreven a recorrer el camino reservado a los verdaderos artistas, guerreros, pioneros.
La paradoja es ésta: es necesario seguir, imitar, copiar a, el máximo posible de los verdaderos Maestros de esa disciplina sobre la que haya posado usted sus ojos y su alma.
Aprenda lo máximo posible de lo mejor que hay ahí afuera; ascienda en los caballos que han domado otros, vuele empleando las alas que otros tejieron.
Sin embargo, a pesar de su magistral aprendizaje, en el fondo nunca será su Arte. Será la copia, el sucedáneo, el licor diluido del arte de otro que trabajó mientras los demás holgazaneaban, ayunó cuando los demás se cebaban, vivió con lo estricto mientras los demás quemaban su fortuna.
Es por tanto vital trascender esa fase de aprendizaje, de crecimiento, de absorción de esos grandes Pioneros y dar el Gran Paso:
El de su Emancipación.
Es ese el momento en el que ya no seguirá a nadie, porque camina por adelante. Un camino que, sí, ha de realizarse solo.
Es ese el instante en el que, cuando se quiere dar cuenta, ya está planeando por el aire sin una nodriza que le remolque y le amamante, sintiendo ahí arriba el infinito silencio de la brisa que le distrae del vértigo de la altura que una vez le atenazó.
No hay camino rápido. No hay atajos. Quizás tahúres que le intercambiarán un arte de fogueo por unas pocas monedas reales; una niebla que se disipará en cuanto amanezca de su impaciencia.
Cuando sea el momento, cuando halle su Maestría, cuando haya domado su Impaciencia, llegado a un entendimiento con su Duda, despedido con agradecimiento a quienes le guiaron… ese será el Momento:
Declare su Independencia.
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Ascender, hollar la cumbre, únicamente lo puede hacer una persona, pero solo si tiene a un equipo excepcional con el que comparte una Visión obsesionada en lograr lo que nadie más ha hecho. (Menos que ‘obsesivo’ lleva a la mediocridad, al medio-pelo, a remar el barco mientras sigue amarrado al muelle, para escarnio de los bufones de la corte).
Si su equipo siempre le dice ‘sí’ es que no les está empujando lo suficientemente fuerte más allá de su rutina de sofá y manta y, por consiguiente, ellos a usted tampoco le sacarán de aquello que sí, hoy, le funciona, pero que antes o después le va a tocar desechar.
Es la comodidad tácita de un no-molestarse-mutuamente de la que están preñadas tantas empresas que comenzaron como heroicas y se hundieron como lastre.
Asegúrese pues de que su gente le critique, le deje claro dónde, por qué, cómo, puede irse abajo su proyecto: mejor ellos que están con usted desde el principio que aquellos desaparecidos que, cuando todo sea oro y seda, súbitamente estarán de su lado.
Precisamente porque aprecia, estima a su equipo: incomódelo con su labor, su exigencia, su excelencia. Traslade el mensaje bien claro de que el compromiso de llegar es al 110% o es la puerta, cierra cuando salgas.
Tiene un Equipo. No una procesión de timoratos.
Tiene un Objetivo. No una rutina en la que calentar horas.
Y, eso sí, cuando ese logro se haya alcanzado, comparta su éxito sin miramientos ni ruindades con el equipo que le alzó.
Viole este principio y su equipo seguirá siendo, sí, su mayor crítico.
Pero a su espalda.