La comodidad de la infelicidad

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Felicidad¿Conoces a alguien que víctima de si mism@, se haya dejado secuestrar por hábitos que ahogan su capacidad para ser feliz? ¿A personas que inconscientemente eligen la infelicidad al buscar y procurar encontrar culpables a su situación, única y exclusivamente fuera de sí mism@s? Pues por favor… sigue leyendo…

En el último congreso internacional sobre Inteligencia Emocional, celebrado en Santander,  tuve la suerte de asistir a la ponencia sobre la felicidad de Sonja Lyubomirsky, profesora de psicología de la Universidad de California, formada en universidades como Harvard o Stanford. Su fantástico trabajo está relacionado con el estudio de la felicidad en los seres humanos (“La ciencia de la felicidad”) y en él, nos invita a reflexionar simplemente desde un revelador dato que aportan sus estudios y conclusiones. El 50% de nuestra capacidad potencial para ser felices, reside en nuestras bases genéticas. El 10% depende del entorno que nos está tocando vivir, el contexto, las circunstancias. Y el 40% depende única y exclusivamente de nosotros mismos, es decir, de nuestra decisión consciente para elegir mirar la vida en términos de oportunidades de crecimiento y aprendizaje, en lugar de mirar las experiencias como amenazas de las que huir, contra las que luchar o por las que bloquearse.

Mirar la vida y tomar los eventos que nos acontecen como oportunidades, no quiere para nada decir que tomemos todo como “happy flower power”, ya que esto sería tratar de engañarnos a nosotros mismos y sus consecuencias negativas estarían a la vuelta de la esquina (evitación del dolor, huída de los eventos difíciles y duros que la vida nos pueda presentar, etc… hasta quedar atrapados por ellos cuando no quedaran más lugares hacia los que huir para no enfrentar e integrar estas experiencias). Mirar la vida en términos de oportunidades, quiere sencillamente decir, que elegimos aprender algo de cada situación que se presenta. No escapamos de ella, sino que la aceptamos como viene. En lugar de resistirnos y así abrir, la puerta a todo nuestro repertorio emocional negativo (ira, tristeza, vergüenza, miedo,…), la aceptamos en nuestra vida tratando de obtener un fruto de la misma para crecer, alimentarnos y evolucionar con ella. Si hemos sido capaces de desarrollar esta habilidad (reto de primerísimo nivel, que nos permite ver nuestro nivel de desarrollo de la Inteligencia Emocional),  en nuestra vida pesará más el agradecimiento por lo que tenemos, que el resentimiento por lo que nos falta.

Si no somos capaces de “aceptar”, podemos poner  lo necesario para “influir” en aquello que humildemente sí puede ser influido por nosotros. Pero ¡ojo!, que nuestra capacidad de influencia (que no de imposición o presión) se alimenta de sentimientos relacionados con el respeto, y no de desprecio, reproche o  miedo. Al fin y al cabo, ¿Es tuya la empresa? ¿Eres tú el Jefe Supremo? ¿Estás en posesión de las decisiones infalibles? ¿Nunca te equivocas? ¿Nunca tienes miedo? ¿Nunca te sientes mal cuando alguien cuestiona tu punto de vista? ¿Y si lo hacen con desprecio?

Por último, si el conflicto que nos genera la situación es demasiado grande y supone traicionar nuestros valores y a nosotros mismos, podemos poner el valor suficiente para “cambiar” nuestra realidad (proyecto, departamento, empresa, jefe o montamos nuestra propia empresa). Si los inconvenientes actuales de cambiar superan a las ventajas, tal vez quiera decir algo, “que en este momento estamos en el mejor lugar que consideramos poder estar”. Y si esto es así, ¿qué tal si dejas de masacrarte a ti mismo y a tu autoestima con todo lo “patético y reprochable” que tiene tu trabajo, y comienzas a valorar y a apreciar lo que hace de esta  opción en este momento, “tu mejor opción”?

Después de años de trabajar con muchas personas en el ámbito empresarial, hay una situación que no deja de producirme una cierta tristeza. La impotencia que muchas de ellas sienten para tomar las riendas de su vida y decidir de una vez por todas ”SER FELICES” con lo que son, lo que  hacen o lo que tienen. La dificultad que sienten para independizarse emocionalmente de  sus contextos, presentes y pasados y tomar con ello perspectiva, les lleva en muchos casos a conformarse con una vida medianamente “infeliz”, o incluso en algunos casos muy infeliz. Se han acostumbrado a convivir con la infelicidad y esto ha calado tan profundo en ellas que incluso sienten que tal vez no sean capaces  de cambiar, que tal vez sea demasiado tarde para ellas o que incluso no son merecedoras de una vida más “FELIZ”. Salir de su zona de confort infeliz, pero su zona de confort al fin y al cabo, se convierte en un salto tan grande al vacío, que sólo de pensar en dar un paso fuera de ella, sienten un terror que les paraliza. El miedo, se hace dueño y señor de sus vidas. El miedo a dar ese salto hacia una vida mejor, hacia unos parajes desconocidos hasta el momento por ellos, les mantiene en la situación infeliz, pero conocida y familiar en cualquier caso. En muchos casos, se han identificado tanto con ese YO infeliz y ha quedado tan enterrado ese otro YO que reclama su derecho a la felicidad, que cuando éste último tímidamente hace cualquier acto de presencia, es cruelmente devuelto a su destierro. “No sé si seré capaz…tal vez tengo la vida que merezco…por mucho que me empeñe no conseguiré nada… es imposible…es demasiado difícil …no merece la pena ni que lo intente…si las cosas fueran distintas tal vez…si mi trabajo fuera más…si mi jefe fuera más…si me tocara la lotería….” y un largo etcétera de creencias limitantes que golpean sin descanso y sin piedad a ese tímido YO deseoso de reclamar su derecho a ser feliz, que quiere salir de la terrible prisión en la que está recluido.

En estas fechas que compartimos, tan propicias para hacer y recibir regalos, deseo hacer una invitación:

Regálate la oportunidad de elegir cómo quieres vivir tu vida y no dejes de regalártela una, otra y otra vez, aún cuando se presenten una o mil dificultades. Decide ser tu mejor amigo, maestro o guía.

ELIGE SER FELIZ…ES TU DERECHO

Leandro Fernández Macho

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