Cómo contar una experiencia

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Storytelling para la comunicación eficaz y el aprendizaje acelerado

Por Daniel Álvarez Lamas

 

Las letras solas no tienen sentido, necesitan unirse en palabras, las palabras por sí solas no tienen sentido, necesitan frases.

Esto ya lo hemos aprendido, pero para provocar la auténtica comunicación te propongo dar otro paso: Las frases por sí solas no tienen sentido, necesitan conformarse en un relato.

Para que el oyente extraiga todo el aprendizaje posible de su experiencia, el comunicador deberá poner cuidado en cómo contarla. La regla básica es guardar la secuencia con la que el ser humano comprende la realidad: la secuencia del relato.

 

¿Por qué los conocimientos y cultura de las civilizaciones antiguas se transmitían mediante el relato? Porque es la fórmula que el ser humano necesita para recordar las cosas e integrarlas en su mapa.

El comunicador habrá aprovechado al máximo las posibilidades de aprendizaje de una experiencia si el oyente extrae sus propias conclusiones, sin necesidad de que el comunicador se las diga. Ése es el súmmum de la transmisión de sabiduría.

El descubrimiento provocado en el oyente se produce debido a que casi ha “vivido” la historia que ha escuchado, es decir, le ha proporcionado una “nueva experiencia”. A partir de ella, se abre una conversación a otro nivel, de ser humano inteligente a ser humano inteligente.

Esto sirve tanto para un líder como para un mentor, un profesor, un padre, una pareja …

Si un líder desea empoderar a las personas y lograr su mejor versión al tiempo que transmitir bien las pautas a seguir, dar instrucciones o soluciones es una alternativa poco eficaz. La dinámica de “dar instrucciones” presupone una situación en que un ser inferior (el colaborador), recoge con esfuerzo y ansiedad algo de la sabiduría de un ser (supuestamente) idealizado (el líder) … Un conocimiento que muchas veces se le escapa entre sus dedos como la arena. En ese caso, como en muchos otros, el esquema del relato se muestra como la mejor forma de comunicación.

¿Cómo hacerlo? Veámoslo en la práctica:

 

1.    Asegurarse de que existe el clima adecuado para el relato.

Comenzaremos por conseguir que el oyente esté como cuando vamos a ver una buena película: cómodo y con una gran curiosidad. A ello ayuda el contextualizar bien la historia, explicando cuál es tu intención al contarla, con frases como, por ejemplo: “quiero contarte algo que me recuerda mucho al problema que me has contado…” o “quiero ponerte un ejemplo que me ocurrió para explicarte lo que quiero decir…”.

Entonces, notamos que el oyente abre más su atención y se dispone a escuchar plenamente.

 

2.    Introducción: contextualizar.

Explicar lo necesario para que el oyente se haga una idea sobre la situación que se va a explicar. Normalmente, se explica algo sobre las personas que participan y cómo era la situación de partida, es decir, cómo venía siendo aquella realidad antes de que las cosas empezaran a complicarse. Habitualmente, esta primera parte acaba cuando se dice algo así como “pero, entonces, un día sucedió lo que nadie esperaba…”.

La introducción es fundamental para que el oyente se meta después en el nudo plenamente.

 

3.    Nudo: el problema.

Si queremos que el oyente comprenda el valor de una nueva idea o solución, debe comprender a fondo el problema del que surgió. Comprendiendo toda la ecuación, extraerá un verdadero aprendizaje.

A veces, nos desgañitamos explicando a una persona cómo debe hacer las cosas, cuando lo que necesita es saber qué es lo que se desea resolver. De esta forma, la solución ya no es una receta, sino que la persona integra el problema y la solución en su mapa, encajándolo con todas sus experiencias y con su visión de la realidad.

El relato logra que el oyente comprenda al cien por cien qué sucedía y cómo se sentía el protagonista de aquella situación. Así, con esta comprensión racional y emocional, el oyente se pone en la piel del protagonista, con lo que casi está viviendo esa experiencia por él mismo.

Sabremos que estamos explicando bien el nudo o problema cuando el oyente sienta la emoción que tuvo el protagonista y la misma sensación de “esto no tiene solución”.

 

4.    Desenlace: la solución creativa.

Es sencillo intuir que, tras “vivir” el nudo, el oyente se siente como un recipiente deseoso del precioso elixir de la solución. Éste es el estado ideal de aprendizaje. Todas las capacidades del oyente están activadas para rehacer su mapa con nuevas rutas neuronales. La nueva solución será como una moneda que cae en una hucha, dando al oyente una sensación de alivio, junto al orgullo de una ampliación del conocimiento. Es la sensación del final de una historia. Algo así como: “y fueron felices”.

Mmm, una sensación maravillosa.

 

5.    La conversación posterior

A continuación, el comunicador puede ceder el espacio al oyente con una pregunta del tipo: “¿Qué te parece?” o “¿Qué te aporta esta experiencia?

En el caso de un líder que ha explicado algo para que su colaborador tome la iniciativa, le preguntará: “¿Qué puedes hacer teniendo esto en cuenta?” Si se trata de un mentor o un profesor, le preguntará a su mentorizado o alumno: “¿Qué has podido aprender?”.

 

Estas preguntas son claves para dos cosas:

  • Asegurarse de que ha comprendido la historia adecuadamente.

  • Permitirle pensar por sí mismo, que surjan sus propias nuevas ideas a partir de la fuente que representa la historia, que abra nuevas rutas neuronales.

 

Quizá le cueste arrancar, las palabras pueden no aparecer a la primera, pero en cuanto el oyente dé con la nueva ruta neuronal, las nuevas ideas irán creciendo como un torrente que acaba en un río. Esto se provocará gracias a la escucha plena del comunicador.

Si lo necesita, el comunicador encauzará las nuevas ideas en momentos determinados, matizando alguna parte de la experiencia o aportando alguna información necesaria. Si quiere sacar todo el provecho a esta fase de empoderamiento, preservará su posición imprescindible pero secundaria, como si fuera el copiloto del viaje de aprendizaje.

Ésta es la magia que hoy se estudia en la disciplina del storytelling: contar historias teniendo en cuenta que no somos ordenadores sino algo mucho más cerca de lo divino… siempre que tengamos en cuenta la parte emocional e inconsciente… y la pongamos de nuestra parte.

 

 

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